Educa Bolivia (30-03-13).- La oralidad fue utilizada como medio de transmisión de memoria desde épocas remotas. Así, los grupos prehispánicos de nuestro continente tenían cantos especiales que narraban el pasado de cada ayllu o panaca. De aquí sin embargo necesitamos hacer una distinción: entre “tradición oral” e “historia oral”. La primera hace referencia a “todo el saber acumulado de un pueblo” (tecnología, ciencia, mitos, religión, etc.) más allá de anales “folkloristas”; la segunda, donde nos concentraremos, puede entenderse en dos acepciones; como registro histórico plausible de reconstruirse en base a testigos directos e indirectos del pasado estudiado, y, como método de investigación alternativo a la historiografía occidental, una alternativa no solo contemplada desde una lógica instrumental sino como discurso epistemológico descolonizante que busca construir una “historia desde abajo” y por “sus actores”. Tiene como su principal técnica la entrevista, concebida ya no como el dialogo entre un entrevistado-objeto y un entrevistador-cognoscente sino como proceso creativo-equitativo de creación-rescate de conocimiento.
Historiadores como Herodoto, Estrabón y Froissart utilizaran también esta fuente para su trabajo. Empero lo que aquí nos interesa, en primer lugar, en su constitución como herramienta metodológica y sistemática de investigación, para a partir de ello comprender y reflexionar en torno al potencial que tiene en la educación. Con este propósito necesitamos repasar aunque de manera breve su evolución, desde la aversión de la historiografía tradicional hasta su “puesta en moda”.
El rechazo a la Historia Oral (HO) se remonta al s. XIX; junto al estudio de las contemporaneidades, su ámbito propicio del trabajo y así ligadas, son acusadas de subjetivas por la historiografía “tradicional”. Al instituirse la Historia disciplina universitaria se convierte en objeto que debía ser abordado sólo “especialistas”. En Francia, antes de 1880, la Historia estaba supeditada a otras ciencias y complicadas coyunturas políticas. Estaba en manos hostiles a la República y por ello las nuevas elites republicanas asumieron la construcción de memoria colectiva en el país y elaborar una historia “científica”. El trabajo del “buen historiador” sólo podía iniciarse al no quedar ningún testimonio vivo del mundo estudiado y lejos de influencia política.
La creación de la revista Annales (1924) y la École Practique des Hautes Etudes (1948) inician cambios. Así, surge la École des Annales cuestionando la hegemonía de la historia política. En 1970 los historiadores franceses toman mucho prestado de la antropología; Jacques Le Goff se sentiría muy atraído por la etnología considerando que brinda a la historia la posibilidad de entrar al plano de lo cotidiano, humilde y ordinario. Así, los Annales recibieron con simpatía los trabajos con oralidades aunque no por mucho pues “no alteró la posición en lo que respecta al periodo en causa y a las fuentes”. Continuaron las dudas hacia la fuente oral y el estudio de lo reciente “llegó a ser una historia sin historiadores”. Por fortuna, en la segunda mitad del s. XX la situación seria distinta. El fetichismo por la objetividad, el documento escrito y el rechazo a la historia reciente van diluyéndose. Las dos últimas décadas de aquel siglo inician la apertura hacia el análisis cualitativo y la importancia de las experiencias individuales. Se incorporan el estudio de la contemporaneidad y se debate en torno a la memoria. En 1948, Allan Nevis funda en la Universidad de Columbia el primer Centro de Historia Oral. En Europa la HO encuentra importante desarrollo en la postguerra tras las cuestiones africanas y asiáticas como grupos “sin historia”; y, asimismo, Europa procuró recuperar la historia de los partisanos que no dejaron testimonios escritos. En España los estudios buscarán testimonios de sobrevivientes de la Guerra Civil. En Gran Bretaña los antecedentes están en la creación del “Sound Archives” por la BBC de Londres. Para los años 50, en Italia, Rocco Scotellano, Nuto Ravelli y Edio Vallini recuperan testimonios de “gente corriente”. En 1974 salen a luz los trabajos de Luisa Paserini, Franco Ferrarotti y Sandro Portelli, así la disciplina adquiere un nivel más académico. A partir de los años 80 en Francia la HO alcanza un desarrollo más sostenido gracias a F. Bédarida y P. Jourtad.
En América Latina se desarrolló junto a propuestas de descolonización. En la transición del dominio colonial por España, después el de Inglaterra y finalmente Estados Unidos, “…cada uno de los periodos coloniales (…) se ha mantenido la misma lógica [de colonialidad] aunque el poder haya cambiado de manos”. En la primera mitad del siglo XX, empero, no existía aun la conciencia de una descolonización económico-política e intelectual. Posteriormente la alternativa se torna clara; la descolonización del saber debía venir de formas de pensar menospreciadas por la colonialidad. Surge la HO como bandera en el proceso de descolonización. A finales de los setenta y ochenta, entre dictaduras, la HO se desarrolla y expande cuestionando los “establishments” autoritarios y desafiando estructuras que privilegiaban una “historia oficial” que a la par propiciaba mecanismos de segregación social.
En Bolivia, la HO se remonta a la Revolución de 1952. Esta generación asume la realidad nacional con una óptica crítica, supliendo el fallido rol de los grupos tradicionales. El carácter oficial de la historiografía provoca una respuesta contestataria por parte de “intelectuales comprometidos” que se van a ocupar de la reconstrucción de su pasado. A finales de los 80 se desarrolla una historiografía de transición y revisionismo donde destaca la obra de René Arce en su “Guerra y conflictos sociales: el caso rural boliviano durante la campaña del Chaco” por una serie de componentes críticos gracias a las fuentes orales. Esta investigación sobresale como una de las precursoras en trabajo con oralidades por su trabajo de campo donde la grabación de testimonios de ex combatientes de la guerra del Chaco se convirtió en un método para la preservación de la memoria de los “anónimos” de la guerra. Para los 90, a la par de la corriente de descolonización intelectual latinoamericana, salen a luz los trabajos de Carlos Mamani “Metodología de la Historia Oral” y “Los aymaras frente a la historia. Dos ensayos metodológicos”. En la misma línea estarán también Silvia Rivera y Rossana Barragán con “El potencial epistemológico y teórico de la historia oral: de la lógica instrumental a la descolonización de la historia”. Esteban Ticona se suma a estos esfuerzos que dan fruto en el Taller de Historia Oral Andina cuyo trabajo más emblemático, no el único, fue reconstruir la biografía de Santos Marka T´ula en base a testimonios orales apoyados en documentación escrita. El desarrollo de la HO en nuestro país, va a tener entonces dos líneas fundamentales: la primera relacionada con la necesidad de llenar el vacío documental del siglo XX y la segunda como lógica de descolonización epistemológica, una historia “desde abajo”.
En fin, el largo caminar de la HO hasta consolidarse en medio de las ciencias contemporáneas, ha aportado fascinantes posibilidades en las investigaciones sociales. Todo este potencial sin embargo aun no ha sido suficientemente aprovechado en aéreas como la enseñanza de la historia en la escuela, que, como habrán experimentado muchos profesores, presenta enormes dilemas. El mayor problema con la historia en el aula, es que la misma es percibida como “irreal”. Es decir, el estudiante contempla el pasado como “pasado” (un algo inerte que simplemente quedó atrás) y a causa de ello considera que la historia es para memorizarse y no para comprenderse. En este sentido tiene dificultades, en primer lugar, para comprender conceptos abstractos en relación cuestiones teóricas de la historia como ciencia social, tiempo histórico y las multicausalidades, por ejemplo. Ello tiene relación directa con que en clases generalmente usa un libro de texto que le presenta una historia “acabada” que no le permite entender el trabajo del historiador, la complejidad del trabajo con las fuentes de la historia, la subjetividad del investigador, las versiones diversas entorno a un mismo hecho, etc. Esta historia es sentida por el estudiante distante de su realidad próxima, de su familia, su barrio, su comunidad. Se añade asimismo un todavía existente eurocentrismo en los contenidos de la materia. Esta situación tiene como fruto un adolescente para el cual la historia no tiene utilidad práctica, cuando, por el contrario, debería servirle para problematizarse en relación a su realidad, entender su verdadero papel en la historia, comprender que la historia no está ahí para mantener el statu quo sino para cambiar su presente y porvenir. Estas circunstancias deberían motivarnos a buscar y experimentar con métodos didácticos no tradicionales. Y es ahí sin duda que la HO se nos presenta sumamente prometedora.
“…el argumento más importante sobre el valor de la historia oral en una clase escolar es que tales proyectos son, efectivamente, reales: hacen algo…”
En relación a los saberes conceptuales, existen varios aspectos favorecidos por la introducción de la HO en las clases de historia. Tópicos difíciles de abordar como epistemología, teoría y métodos de la historiografía, resultan más significativos para los estudiantes cuando llegan a construir de éstos conceptos desde la práctica. El trabajo con las fuentes orales favorece la comprensión de cuestiones del tiempo histórico como diacronías, sincronías, procesos de larga y corta duración. El acopio y análisis de testimonios enfrenta pues al estudiante con distintas temporalidades en las que el tratamiento de la fuente “viva” facilita su aprehensión. Por ejemplo, líneas de tiempo elaboradas a partir de relatos biográficos, contrastados unas con otras y sus contextos facilitan la comprensión de procesos históricos enmarañados. Por otra parte, la construcción de las fuentes históricas mediante las entrevistas, ayuda también a comprender la inherente subjetividad de la historia. Acercando al estudiante a prácticas de investigación donde se ve problematizado en la manera en la cual abordará el material de su investigación que dispone. De ese modo descifra que la noción de pasado es una construcción inacabada siempre en construcción cuya “cercanía a la verdad” depende de muchos factores.
En lo concerniente a lo actitudinal, la HO otorga al estudiante el rol de productor activo en la reconstrucción de su pasado más cercano. Y así, en medio de este trabajo, se pone de manifiesto la dimensión histórica que tienen los hechos cotidianos y de personas anónimas. Por ello no solo se estimula su interés por la historia y su construcción sino que también le ayuda a identificarse con su pasado personal, sus raíces y su patrimonio cultural. Revaloriza de esta manera los lazos intergeneracionales con personas mayores propiciando ejercicio de respeto y tolerancia hacia los demás. Promueve también el trabajo colectivo y el desarrollo de actitud ética positiva en el uso de sus entrevistas. Demás, coincidiendo con Sitton, “la historia oral escolar sirve para salvar la brecha entre lo académico y la comunidad; trae la historia al hogar…” posibilita al estudiante conectarse con su contexto sociocultural y le permite conocer las “otras voces” de la historia, voces “más vivas” que lo confrontan con diversas opiniones y puntos de vista sobre el mismo pasado. También incorpora nuevos contenidos para así estudiar temáticas generalmente soslayadas por la historiografía tradicional, esa que hallamos recurrentemente en los manuales de estudio.
Finalmente, en el llamado “saber hacer” la HO propicia un aprendizaje activo de parte de los estudiantes. La realización de las entrevistas, su transcripción, catalogación, elaboración de informes de investigación, etc. desarrollaran en el adolescente habilidades útiles en varios aspectos de su vida profesional futura, aprendizajes “en la vida”.
Fuente: APC
No hay comentarios:
Publicar un comentario