LT (22-06-11).- Miles de visitantes estiran sus dedos a las 7:00 intentando tocar la energía del sol que apareció puntualmente, bañando con su luz las inmensas rocas de las montañas de Inkarraqay en Sipe Sipe.
Un agridulce e intenso olor a sangre caliente, recién derramada sobre la tierra, se mezcla con el que desprende la coca recién pijchada, la q’oa sobre los carbones y el humo de las fogatas que aún arden durante el amanecer del nuevo año 5519. Empiezan a sonar las tarqas acompañadas por una canción en quechua y la gente ya fuera de las carpas en las que durmió se recupera del letargo provocado por un sueño incómodo y un poco de (en algunos casos mucho) alcohol.
“Este año han venido por lo menos 20 veces más visitantes que el año pasado”, comenta sorprendido el alcalde de Sipe Sipe, Óscar Jaldín, quien además asegura que más del 80 por ciento de los visitantes tiene menos de 30 años.
“Papá, ¿por qué matan a las llamas blancas?”, pregunta Rafael Arce al ministro de Economía y Finanzas, Héctor Arce, mientras contemplan cómo el alcalde de ese municipio ayudado por la ejecutiva de la Federación de Mujeres Campesinas, Isabel Domínguez, le corta la yugular a los tres animales que llegaron a esta zona para ser sacrificados. La mayoría de las personas que están en la región contempla el sacrificio, que no deja de ser impresionante, con la misma pregunta rondando por sus cabezas. Algunos se animan a preguntar en voz alta, otros en voz baja, pero la cuestionante se queda girando alrededor de las manos levantadas.
“Porque solamente de la vida, puede salir más vida”, explica el dirigente campesino del municipio de Sipe Sipe, Reynaldo Andrade, quien también ayuda a cortarle el cuello a los tres animales elegidos. “Es un regalo al sol. En los andes siempre hemos criado llamas y este día damos lo mejor que tenemos para recibir en este año también lo mejor que exista”, sostuvo y después agregó que la sangre se esparce sobre los visitantes “para alejar a la muerte de sus familias, sólo por este año”.
Todavía no ha terminado de pasar el impacto del sacrificio y los encargados del proceso reciben en platos de barro la sangre que sale de los animales que todavía son sacudidos por los estertores de la muerte. Es un líquido viscoso y humeante que empieza a ser lanzado al aire impregnando los cabellos, los rostros, la ropa de los visitantes aglomerados. Quienes no fueron manchados se acercan a los organizadores y les piden una línea roja en la frente. Obtienen toda una mano sobre sus caras y se van a seguir bailando las canciones de las tarqueadas que animan el festejo. Andrade junto al Alcalde y a la dirigente campesina continúa con su labor de quitar la piel a las llamas muertas, para preparar la carne y hacer una gigantesca olla común. Cocinan a buen fuego un chicharrón de llama.
Fuente: Los Tiempos (Artículo completo)
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