Andrea Baudoin (14-01-13).- El 2013 fue declarado por la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura (FAO) el Año Internacional de la Quinua. Las expectativas de los principales países productores son enormes, ya que la quinua tiene desde los años ochenta un “boom” impresionante y su precio al productor se mantiene en niveles muy altos.
Por lo tanto, se trata de una buena oportunidad para dar a conocer la diversidad y el potencial que tienen la quinua y otros granos andinos, pese a las amenazas que se ciernen simultáneamente. Ambas proyecciones deberían servir para que los gobiernos le dediquen a estos cultivos un presupuesto consecuente y para promover el consumo de los productos en los mercados internos de los países productores. De esta manera se podrá, efectivamente, avanzar en la dirección de la seguridad alimentaria.
Contexto mundial amenaza la producción de quinua
Desde la década de los años noventa, los precios de la producción de quinua se dispararon, como consecuencia de un aumento de la demanda y de una oferta limitada. Los principales países productores de quinua son Perú y Bolivia, que proveen al mercado con 90% de la producción. Perú aparece como el primer país productor, con más de 40 mil Toneladas métricas (Tm), aunque las cifras están infladas debido al contrabando de quinua boliviana. Bolivia sigue siendo el primer exportador, con más del 80% de su producción (aproximadamente unos 70 millones de dólares), de la cual deja solo una pequeña cantidad para el consumo interno del país. Tanto las exportaciones de Bolivia como de Perú representan casi exclusivamente materia prima, es decir quinua entera, limitando la parte de valor agregado del producto final que se queda en el país productor.
La quinua es un cultivo muy peculiar por sus grandes cualidades nutritivas y por su capacidad de crecer y fructificar en condiciones extremas, excluyentes para la gran mayoría de los cultivos comerciales. Grandes extensiones de tierra hasta hoy consideradas estériles podrían valorizarse mediante el cultivo de quinua. Su producción está empezando en países para los cuales el cultivo es nuevo, pero que por ser importadores de quinua ya cuentan con tecnología de transformación y están invirtiendo en investigación.
Se estima que en Estados Unidos se cultivan unas 500 Hectáreas de quinua, lo que ya puede haber disminuido sus importaciones en 10%. Lo mismo ocurre en Francia, donde se han registrado unas 300 hectáreas sembradas. En el cerrado brasileño se están realizando intentos por “tropicalizar” la planta y una empresa chilena patentó ya una semilla de quinua transgénica con alto potencial de rendimiento para zonas bajas. Así, si bien los últimos 15 años han sido una oportunidad dorada para los países exportadores de quinua que tenían el casi monopolio de la oferta, esta situación está cambiando rápidamente.
Limitaciones a la productividad en los centros de origen
El principal problema de la producción altiplánica de quinua en Bolivia y Perú es la productividad. Tratándose de ecosistemas extremadamente frágiles, aumentar la productividad al mismo tiempo que se preservan los recursos naturales es muy difícil.
Las principales limitantes de la productividad son la falta de variedades adaptadas al clima, la deficiente disponibilidad y acceso a semillas de calidad, la baja fertilidad de los suelos y la falta de alternativas para compensarla; la inexistencia de maquinaria adaptada para la siembra y la cosecha, y las grandes pérdidas por plagas y predadores.
El “boom” de la quinua generó o acentuó problemas diversos, como la pérdida de vegetación nativa, el aumento de la erosión, la reducción de los periodos de descanso y la reducción de bofedales y de la cabaña ganadera. Todos estos factores degradan los suelos de forma considerable y afectan la productividad del cultivo. Por ello, se corre el riesgo de que en pocos años estos sistemas de producción sean inviables, más aún frente a las amenazas de competencia internacional e interregional. No es ilógico imaginar que la pérdida de mercados para la exportación y una caída significativa en los precios de venta de la quinua constituyan en lo inmediato un serio problema para toda la zona.
Frente a esa situación de riesgo, el gran desafío es aumentar significativamente la productividad del cultivo sin comprometer su viabilidad a largo plazo, con medidas de emergencia que, a estas alturas, son impostergables, como las que se mencionan a continuación.
Investigación estratégica y apoyo institucional
La investigación estratégica para asegurar la producción sostenible de granos andinos debe ser asegurada, por lo menos en buena parte, por el Estado (considerando también la reducción de la ayuda financiera de la cooperación por causa de la crisis financiera), a través de instituciones técnicas específicas, independientes, con profesionales capacitados y comprometidos que lleven a cabo estudios en el marco de una visión de largo plazo.
Las prioridades y el enfoque de desarrollo que se requieren para orientar la investigación deben ser definidos claramente, de forma participativa y con previa identificación de las necesidades de los productores, del sector industrial y de los consumidores. Muchas veces se han tomado en cuenta únicamente las exigencias de los mercados internacionales como criterios para orientar la producción. En Bolivia la institución que debería articular, orientar y llevar a cabo la investigación estratégica es el Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF) y en Perú el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA).
Aunque se están haciendo esfuerzos por cambiar la situación, la investigación tecnológica sobre los cultivos de quinua sigue desarticulada y descoordinada, dispersa en las responsabilidades de varias instancias estatales. Está claro que hay un problema de generación de tecnología y de aprovechamiento de las capacidades existentes, pero también se debe pensar en términos de accesibilidad de los productores a las innovaciones y las condiciones para la viabilidad de un cambio de prácticas agrícolas.
Por otro lado, todavía no se da a la investigación la importancia suficiente en términos de presupuesto y esfuerzos, lo mismo que a la asistencia técnica de calidad y a los créditos de campaña y de inversión, sino que se sigue pensando en términos de indicadores inmediatistas de inversión en infraestructura, favoreciendo la agroindustria exportadora frente a la agricultura familiar campesina.
De otra parte, la cadena productiva de la quinua en los países andinos tiene una vocación casi exclusiva de exportación de materia prima. Para poder exportar productos con valor agregado se debe apoyar la investigación estratégica en el sector industrial, pues existe una gran deficiencia en este eslabón de la cadena productiva. Se debe fomentar la creación y el desarrollo de agroindustrias rurales y su inserción dentro de complejos productivos, construyendo así un enfoque territorial que permita retener una parte mayor de valor agregado en el territorio y aumentar las capacidades de negociación de los actores con agentes externos.
Producir para consumir
Por sus cualidades nutricionales la quinua es un alimento muy importante y su consumo regular debería ser un objetivo prioritario dentro de la estrategia por la seguridad alimentaria. Lamentablemente, la quinua sigue siendo principalmente un producto destinado a la exportación, particularmente en Bolivia.
El bajo consumo de quinua en Bolivia y Perú tiene diversos motivos, entre los cuales se destacan el alto precio del producto, la falta de costumbre de consumo en el ámbito urbano y la predominancia de patrones de consumo alimentario poco saludables. Para solucionar estos últimos aspectos, la educación es fundamental y debe tenerse una estrategia a largo plazo.
Respecto al precio el principal desafío es ¿cómo conseguir un equilibrio entre la remuneración del productor y la accesibilidad del precio del producto para los consumidores? Si se eliminan los intermediarios, el precio al productor podría ser igual al precio pagado por el consumidor pero, si bien hay espacios en los que la distancia entre el productor y el consumidor se reduce, es difícil imaginar que éstos alcancen a toda la población. Debe pensarse, por lo tanto, en otras salidas, factibles y eficientes, que complementen el desarrollo de circuitos cortos y de proximidad.
Los otros granos andinos
Con el boom de la quinua también ha aparecido el interés por otros granos andinos, como la cañihua o cañahua y la kiwicha, cuyas características nutricionales son similares a las de la quinua. Debe considerarse la posibilidad de que en los próximos años el entusiasmo y la demanda de estos granos vaya creciendo.
La kiwicha es una amarantácea que puede cultivarse en zonas de mayor temperatura que la quinua, y se adapta muy bien a diferentes climas y altitudes. Dentro del contexto de aumento de la competencia internacional, la kiwicha podría ser un producto alternativo al cultivo de quinua para las zonas en las que ésta presenta problemas de sensibilidad a la humedad y a las enfermedades, comprometiendo así aún más el futuro de las exportaciones de quinua de los países andinos.
Debe investigarse más sobre la adaptabilidad de estas plantas dentro de los propios países andinos, ya que podrían jugar un papel importante para la soberanía alimentaria e inserirse en circuitos más cortos y diversificados que la quinua.
En síntesis
La inserción de la quinua en el comercio mundial representa una gran oportunidad para los países andinos, tradicionalmente productores. No obstante, la coyuntura actual, muy favorable para los países exportadores por la gran demanda y los precios altos, puede cambiar en el mediano plazo, provocando serios problemas para las comunidades productoras.
La productividad de los cultivos de quinua en Bolivia y Perú es baja pues, por un lado, los ecosistemas en los que se está implantado el cultivo son muy frágiles y, por el otro, existen todavía muchas necesidades agronómicas e industriales que no han hallado respuesta.
En consecuencia, es urgente articular las acciones de investigación, asistencia técnica, capacitación y apoyo institucional de forma coherente y con objetivos claros, dentro de una visión a largo plazo. Para ello no solo se debe innovar para aumentar los rendimientos de la quinua, sino que se deben abordar los sistemas de producción desde un enfoque sistémico, capaces de generar alternativas sostenibles que tengan como base a la familia campesina y la agroindustria rural.
La productividad de los cultivos de quinua en Bolivia y Perú es baja pues, por un lado, los ecosistemas en los que se está implantado el cultivo son muy frágiles y, por el otro, existen todavía muchas necesidades agronómicas e industriales que no han hallado respuesta.
En consecuencia, es urgente articular las acciones de investigación, asistencia técnica, capacitación y apoyo institucional de forma coherente y con objetivos claros, dentro de una visión a largo plazo. Para ello no solo se debe innovar para aumentar los rendimientos de la quinua, sino que se deben abordar los sistemas de producción desde un enfoque sistémico, capaces de generar alternativas sostenibles que tengan como base a la familia campesina y la agroindustria rural.
Fuente: IPDRS
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