Cipca (27-12-12).- Se ha enfatizado mucho el cambio climático y sus efectos sobre la salud humana y ambiental, en las ciudades la variación climática es percibida por el común de la población, no es raro salir de casa veraniegos y más tarde experimentar una lluvia ó una nevada; en el ámbito rural el tema genera mayor preocupación, las lluvias excesivas ó sequías prolongadas han hecho perder la cosecha anual y poner en riesgo la alimentación o los ingresos de las familias, pero la acumulación de efectos puede generar pérdida de biodiversidad (pérdida de bosques por incendios forestales o inundaciones permanentes) que pone en riesgo los modos de vida de estas poblaciones y genera desplazamientos hacia otras áreas, migración, marginación y por ende pobreza. Si bien el modelo de desarrollo vigente es una de las causas estructurales, la falta de consensos y acuerdos vinculantes entre países sólo ha permitido avanzar hacia el abordaje de las causas menores, esto es, acciones concretas respecto a la deforestación: este año en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible Río+20 se habló de recuperar 18 millones de hectáreas de bosque hasta el 2020, frente a los 50 millones de hectáreas acordado como meta en el Desafío de Bonn Alemania del año 2011.
Las alarmantes cifras de deforestación registradas en el país: 1,82 millones has entre 2000 y 2010 (Mapa de deforestación, Fundación Amigos de la Naturaleza, 2012) y 300 mil has de bosque en 2011 (Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra, 2011) han coadyuvado a la creación del Programa Nacional de Forestación y Reforestación a través de la promulgación del Decreto Supremo Nº 443 del año 2010. Este programa es un mecanismo de la política forestal nacional y pretende contribuir a la conservación de la biodiversidad, la restauración de ecosistemas, a la disminución de los efectos del cambio climático y al incremento cobertura forestal. Dos proyectos se encuentran en ejecución: “Planta Árboles, Salva el Planeta" y "Planta Árboles, Cuida la Madre Tierra" que tienen la meta de plantar 12,7 millones de árboles en 12.700 hectáreas de áreas degradadas o susceptibles a degradarse en todo el país hasta el 2014 y están a cargo del Ministerio de Medio Ambiente y Agua y sus entidades desconcentradas, Fonabosque, Emagua y Sustentar.
Esta iniciativa es sin duda interesante, pero también lo es el respaldo institucional de las autoridades que arrancaron el programa plantando algunas especies forestales en los departamentos de Oruro y Cochabamba. El programa congrega dos objetivos, garantizar recursos para la producción de plantines, y generar empleo temporal con las trabajadoras del ex Plane que producen plantines y proveen mano de obra en la plantación, pero como es común en este tipo de programas se ha dejado de lado un pequeño detalle, el cuidado posterior de estos plantines. La participación de las alcaldías y las gobernaciones a través de concurrencia de recursos, y de las organizaciones sociales, están señaladas tanto en el Decreto de creación del Programa como en las declaraciones de las autoridades, pero, no queda claro cómo participarán para garantizar el éxito del programa y al logro de las metas establecidas, ya que no se prevé ningún estímulo para que los actores sociales se hagan cargo de estos plantines una vez concluida la campaña. Este tipo de programas en general toman en cuenta aspectos económicos y técnicos -recursos económicos, material vegetal e incluso mano de obra- pero descuidan el enfoque integral que implique aspectos socioculturales.
La elección de las especies apropiadas, la época y técnicas de plantación, y el fortalecimiento de capacidades de los participantes, entre otras, son condiciones técnicas mínimas para una reforestación exitosa, aspectos que presumimos han sido tomados en cuenta por los gestores del programa, aunque no deja de ser patética la escena de un pequeño plantín frente a un hoyo con tierra seca, en un paisaje árido pero con el prometedor litro de agua en el baldecito al lado, que esperamos haya sido sólo para la foto. La percepción y predisposición de los actores locales para apropiarse del programa, la cultura forestal generada, el papel de los técnicos en el proceso, los beneficios sociales y económicos generados por la reforestación, entre otros, son condiciones socioculturales que sumadas a las condiciones técnicas hacen a esa integralidad de la que hablamos, y aunque estos temas aún no se abordan porque el programa recién arrancó, pensamos que se deberían garantizar para que este esfuerzo económico y humano no sea inútil.
Si hablamos de metas, la cantidad de plantines previstos y la superficie que se pretende recuperar en los tres años del programa (12.700 has) no llega ni al 4% de la superficie que se deforesta anualmente en Bolivia (300.000 has), eso sí se garantiza un 100% de prendimiento lo cual sabemos que no es posible, los programas exitosos de reforestación oscilan entre un 50 a 60% de supervivencia de plantines. Por ello, y considerando que este programa aún no ha llegado a otros departamentos del país, es importante enfatizar en la necesidad de un programa integral de reforestación para lo que sugerimos algunas premisas que coadyuven a mejorarlo.
Equilibrar y acrecentar los beneficios económicos y sociales. En lo económico no es suficiente subvencionar el programa en su inicio aunque tenga el efecto económico esperado para los participantes por la venta de jornales, sino garantizar que la reforestación genere en el tiempo beneficios económicos suficientes –y mejor crecientes- que permitan que esas áreas sean manejadas y protegidas por los mismos actores locales. En lo social, la generación de la cultura forestal no acaba con la adopción de un discurso ecologista en términos de que “reforestar es salvar al planeta”, sino con revalorizar la relación e interdependencia del bosque y el ser humano, muy propio de los indígenas de tierras bajas para los que el bosque es la casa grande que no sólo alimenta a la familia y provee ingresos, sino también alimenta su espiritualidad y su cultura.
Comprender el trasfondo de la deforestación. Se necesita una lectura cabal del problema: identificar los actores involucrados, y las causas subyacentes a la deforestación. El departamento de Santa Cruz tiene el mayor porcentaje de deforestación a nivel nacional (76% según la FAN), y las superficies deforestadas por tipo de productor en el oriente boliviano son 23% colonizadores altoandinos, 20% pequeños y medianos agricultores, 17% agroindustriales, 13% ganaderos intensivos, 9% colonizadores menonitas, 7% agricultores yungueños, 7% agricultores indígenas y 4% colonizadores japoneses (IDH, 2008); que muestra que la agricultura intensiva y de mono producción (maíz, soya, arroz, caña, girasol y otros) es la que más contribuye a la deforestación, y no se está tomando recaudos para fomentar modelos más sostenibles. Las causas de la deforestación son la creciente habilitación de áreas para la producción intensiva (hay más de 1 millón de has con soya); demanda creciente de madera ilegal (según la ABT Santa Cruz, Beni y Pando concentran el 70% de tráfico de madera ilegal); y habilitación de áreas para la producción de ganado bovino. La producción agropecuaria sin duda contribuye al PIB nacional, pero no se está analizando a que costo ecológico y social, Bolivia sigue siendo un país exportador de materias primas y va perdiendo de manera acelerada uno de sus principales patrimonios que le dan ventajas comparativas frente a otros, su cualidad de megadiverso.
Fortalecer experiencias que contribuyen al repoblamiento de especies forestales. En tierras altas y en tierras bajas diferentes técnicas de agroforestería (sistema productivo que combina producción forestal agrícola y pecuaria bajo criterios ecológicos) se han implementado desde hace casi dos décadas cuando surgió el modelo de producción agroecológico, y han mostrado éxito principalmente por la participación y empoderamiento de los actores locales: se recuperó importantes superficies de bosque, se incursionó en mercados locales y externos con productos agroecológicos, y se logró combinar objetivos sociales económicos y ambientales, sin embargo, todas son experiencias aún a pequeña escala porque son sustentadas por los propios actores productivos sin mayor respaldo gubernamental.
Desde la experiencia de CIPCA en la amazonía y el trópico húmedo se impulsan los sistemas agroforestales que son una forma alternativa de producción que utiliza los recursos naturales disponibles en el medio, la mano de obra familiar y conocimientos locales, recupera suelos degradados y combina de manera deliberada, en un tiempo y espacio, la productividad de cultivos agrícolas, frutales y forestales de mediano y largo plazo; hoy son 3.700 familias que en la última década han recuperado alrededor de 7.500 hectáreas de bosques o las han enriquecido con especies de importancia económica (cacao, castaña, copoazu, mara, cedro, entre otros). En el altiplano y valles son 1.500 las familias que manejan sus predios productivos bajo principios agroecológicos, y aunque no en todos los predios se combina la producción con especies forestales, la aplicación de los principios agroecológicos no solo contribuye a su seguridad alimentaria, sino genera otros beneficios adicionales a la salud humana y ambiental.
En ese marco pensamos que estamos aún a tiempo de hacer más eficiente el uso de los recursos públicos destinados a la reforestación en este contexto de cambio climático, y que a través de la implementación de un programa más integral y el fortalecimiento de las comunidades y sus iniciativas productivas sostenibles, podemos darle un buen regalo a la madre tierra.
Fuente: APC
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