P12 (29-01-12).- La crónica parece un género hecho a la medida de Bolivia. Su carácter híbrido, mestizo, todo terreno y rizomático la han transformado en un género ideal para narrar el presente del primer Estado plurinacional del continente americano. Quién lo hubiera dicho, un género “anfibio” para contar las historias de un país que no tiene salida al mar. Seleccionadas y prologadas por el sociólogo y escritor Fernando Barrientos, Bolivia a toda costa. Crónicas de un país de ficción, libro coeditado por las editoriales paceñas El Cuervo y Nuevo Milenio (que por primera vez distribuyen su catálogo en la Argentina), reúne crónicas de 14 autores que se proponen narrar al país andino-amazónico desde algunas de sus historias mínimas o acudiendo al relato personal, barroco e intimista. Heredero de una larga tradición de libros de no ficción que podríamos remontar hasta las fabulosas Crónicas de la Villa Imperial del Potosí colonial de Bartolomé Arzans de Orsúa y Vela, los relatos de la Guerra del Chaco de Augusto Céspedes, las aguafuertes paceñas del maldito Jaime Sáenz y las crónicas etílicas de Víctor Hugo Viscarra, Bolivia a toda costa se inscribe en esa tradición, tramando relatos que narran grandes y pequeñas mitologías del presente. Un patchwork por demás heterogéneo y diverso, que son algunos de los rasgos identitarios esenciales del país.
Autores reconocidos dentro de las fronteras del Tíbet sudamericano como Edmundo Paz Soldán, Alex Ayala, Liliana Colanzi, Maximiliano Barrientos y Darwin Pinto, entre otros, que provenientes de campos muy diversos –como la literatura, la sociología, el periodismo o la crítica musical– proponen un rosario de relatos que evitan los lamentos bolivianos, y más bien bucean las encrucijadas que fundan a la Bolivia contemporánea.
Historias como la del sastre paceño Sillerico, responsable desde hace cuatro décadas del vestuario personal y la coquetería de los presidentes bolivianos; los testimonios de un grupo de hip-hoperos alteño que alaba a Dios cantando rap en aymara a más de 3500 metros de altura; la crónica agitada del pantagruélico festejo y el backstage del primer “Día de la Reivindicación Marítima” en el estadio más grande de Chuquiago Marka, nombre aymara de la sede de gobierno del país andino; las memorias del narcotraficante que quiso cancelar la deuda externa de Bolivia a cambio de que se le permitiera operar su negocio sin trabas burocráticas; el diario de campaña de un candidato campesino a alcalde que va y viene entre su natal Arbieto y la lejana Virginia sin nunca dejar de fantasear, y más.
En el prólogo, Barrientos destaca la diversidad de miradas y graduaciones para narrar la agitada realidad boliviana que aparece en los textos: “Un tiempo con una carga intrínseca de novedad y cambio. Un tiempo veloz que se percibe como denso y prolongado por la intensidad de los acontecimientos. Un momento irradiante desde la cultura en el que se cuestionan estructuras de jerarquía y de legitimidad. Tiempos interesantes. La hora boliviana”.
Entre las crónicas que escriben este borrador de la futura historia del país andino, quizás algunas de las más destacadas sean “Kosmische cumbia”, el relato de Javier Rodríguez que se encarga de desentrañar los ocultos vínculos que existen entre la cumbia boliviana y el post punk de Joy Division o The Cure; las confesiones de “Berlín, Santa Cruz”, donde la escritora cruceña Giovanna Rivero recuerda su particular e íntima relación con las empleadas domésticas que trabajaron en su casa; o la crónica de largo aliento “Esclavos made in Bolivia”, galardonada con el premio Ortega y Gasset de Periodismo 2007, en la cual el periodista Roberto Navia se sumerge en el infierno que viven los migrantes que trabajan en los talleres ilegales de las dos ciudades donde viven más bolivianos: Buenos Aires y San Pablo. Pequeñas grandes historias que, lejos del muestrario exótico y las postales for export, traman las escenas de una road movie por el abigarrado mapa humano del país más pobre e injusto de América del Sur; un pueblo que vive, desde la llegada de Evo Morales al poder en 2005, uno de los cimbronazos democráticos más importantes del siglo XXI.
Fuente: Pagina 12