viernes, 22 de junio de 2012

Reseña de Libro: Más allá del desarrollo


Por Adolfo Mendoza.- Si algún libro me recordó la estrategia de lectura de Rayuela de Julio Cortázar, ese texto es el de Más allá del desarrollo. Es bueno preguntarse frecuentemente si hemos encontrado a la maga; si ella habita en los debates sobre el desarrollo, la aguda crítica feminista, el extractivismo, los procesos de cambio en América Latina, los horizontes del Estado Plurinacional, las transiciones estatales y las transformaciones sociales, el Vivir Bien o Buen Vivir y la descolonización.

Cada texto de Más allá del desarrollo nos remite a otros, y estos incluso a aquellos todavía no escritos, porque los ensayos de este libro son piezas del rompecabezas de la encrucijada civilizatoria que vivimos, sentimos, desde nuestra cotidiana experiencia cada vez que se abren las incurables heridas de la sociedad latinoamericana y que intentamos cerrarlas con esperanza melancólica.

La reconstrucción del debate sobre desarrollo es, desde la mirada de Eduardo Gudynas, el primer eslabón para proponer opciones desde las transiciones al posextractivismo basándose en dos condiciones: "erradicar la pobreza e impedir nuevas pérdidas de la biodiversidad", condiciones que permitirán "aplicar controles sociales y ambientales" y establecer medidas para "corregir los precios de los productos del extractivismo en base a sus efectos sociales y ambientales", lo cual desencadenará la "reconfiguración del comercio en recursos naturales". Estas correcciones -sugiere Gudynas- no pueden aplicarse unilateralmente, por lo que se requiere una reforma institucional continental con medidas de coordinación regional sustantivas e incluso supranacionales.

El debate sobre el desarrollo debe reconstruirse desde los aportes de la subalternidad, entre los que destaca la crítica feminista. Margarita Aguinaga, Miriam Lang, Dunia Mokrani y Alejandra Santillana, proponen que más allá de la creación de varias "instituciones encargadas del desarrollo de las mujeres", el cuestionamiento de los indicadores (por ejemplo, el PIB), la visibilización de la dimensión de género y la productividad del trabajo frecuentemente confinado al mundo privado, son asuntos que muestran que "diversas corrientes feministas transitaron desde cuestionar el paradigma del desarrollo [...] hasta proponer alternativas de desarrollo". En otros términos, ninguno de los componentes descritos por Gudynas, tendría sentido emancipatorio si no conlleva un desmontaje del aparato institucional colonial y patriarcal. Elisa Vega, ex asambleísta constituyente en Bolivia, evalúa las dificultades de la transición, poniendo ejemplos desde su experiencia en la Asamblea Constituyente boliviana y en el Viceministerio de Descolonización.

Pero la ruptura con el paradigma del desarrollo requiere de una evaluación adicional: la querella por los recursos naturales. En ese orden, Alberto Acosta manifiesta que el extractivismo y el neoextractivismo son dos caras de la misma maldición. "Los países ricos en recursos naturales, cuya economía se sustenta prioritariamente en su extracción y exportación, encuentran mayores problemas para desarrollarse". Esa sería -indica Acosta- la "paradoja de la abundancia" o "la maldición de los recursos naturales". Pero quedarse en este punto no resuelve el problema, \a fundación de una renovada institucionalidad deberá contemplar un diagnóstico del Estado en los actuales procesos de cambio en América Latina. De eso se encarga Edgardo Landec, es enfático cuando dice que "nos encontramos en una coyuntura extraordinaria y difícilmente repetible en el continente". Una derrota de los actuales gobiernos progresistas o revolucionarios tendría inimaginables consecuencias para la transformación de nuestras sociedades que, además de heterogéneas, respiran todavía con los pulmones de siglos de colonialismo. A su vez, Ulrich Brand retoma la discusión respecto del papel del Estado, planteando una interesante distinción entre transición y transformación. Desde su perspectiva, la transición estaría organizada "exclusivamente a partir de políticas públicas", mientras la transformación "apunta a un cambio social más integral y profundo, en varias esferas de la vida social y con estrategias diversas". Para Brand, en este debate "el concepto de transición es el que domina". Un buen ejemplo es el postulado de la "economía verde" y sus estrategias "no cuestionan el modo de vida imperial", es decir no transforman, sino reproducen el sistema capitalista.

Las estrategias de la transformación, por su parte, suelen ser demasiado complejas como para reducirlas al papel del Estado. Habría que discutir, como sugiere Maristella Svampa, las políticas de los movimientos sociales. Entre ellos se encontraría "el giro ecoterritorial". "La dinámica de las luchas socioambientales en América Latina ha sentado las bases de un lenguaje común de valoración sobre la territorialidad, que da cuenta cada vez más del cruce innovador entre matriz indígena-comunitario y el discurso ambientalista",. Por su parte, Floresmilo Simbaña y Raúl Prada, nos introducen al mundo de las reflexiones sobre el horizonte del Vivir Bien o Buen Vivir, como resultado de las luchas indígenas y como proyecto político que traduce una matriz civilizatoria distinta a la provista por el paradigma del desarrollo, impactando en la forma estatal (Estado Plurinacional) y en la forma económica (economía plural comunitaria). "De lo que se trata es del proyecto político y cultural, también económico y social, nacido de las entrañas de los movimientos sociales", afirma Prada.

Cerrando el libro -¿O invitando a su lectura en el prólogo?- Miriam Lang resume el propósito del Grupo de Trabajo Permanente sobre Alternativas al Desarrollo y lanza el desafío para las izquierdas "cuyo fuerte históricamente ha sido la crítica, que suele definirse ex negativo, por el deslinde y la demarcación". Ella sentencia: "los tiempos históricos actuales exigen lo contrario [...] pensar lo que hasta ahora parecía impensable".

La múltiple provocación del Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo es el desafío para los tres pilares sobre los que se levanta la posibilidad de resolver la encrucijada civilizatoria en América Latina: Los movimientos sociales, la labor intelectual crítica y los Estados con gobiernos progresistas y revolucionarios. Son los mismos pilares por los que transitó el proceso constituyente en algunos países latinoamericanos, cuya huella se imprime con conceptos de fuerza paradigmática: Buen Vivir o Vivir Bien, Estado Plurinacional, democracia intercultural, derechos de la Madre Tierra, entre otros.

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