Luis Aguirre (22-09-13).- “Duélmete mi niño/ Mi niño Simón/ que allá viene el coco/ con un carrerón/ Mira que tu mae/ con sus hermanitos/ Salió a San Mateo/ Salió tempranito/ Duélmete Simón/ de mi corazón/ Te doy mazamorra/ también papelón/ Tú sí eres inquieto/ Mi niño por Dios/ Arroró mi niño/ arroró mi sooó/ Duélmete mi niño/ mi niño Simón”. Así le cantaba a Simón Bolívar la negra Matea, una de las esclavas de la familia Bolívar Palacio y quien nació un día como ayer, el 21 de septiembre de 1773, hace 240 años.
Matea, hija de esclavos, vino al mundo en San José de Tiznado, estado Guárico, donde quedaba la hacienda El Totumo, propiedad de la familia Bolívar, por lo que adoptó, como era la costumbre, el apellido de sus amos.
“Lo cuidaba, se encargaba de su crianza, educación y compartía con él los momentos más hermosos de su niñez y adolescencia. Juntos jugaban, se subían a las matas de naranja, de mamón y de jobo. Corrían por los cañaverales y atravesaban a nado el río”, relata el libro Mujeres de la revolución sobre la relación entre la esclava y Bolívar.
Antonia Esteller Camacho Clemente y Bolívar, sobrina y bisnieta de Simón de Bolívar, quien fue pedagoga y escritora; redactó una biografía de Matea en la que señala que al llegar a la casa de Juan Vicente Bolívar, padre del Libertador, Matea fue bien recibida por la esposa María de la Concepción Palacios y Blanco, al lado de la cual aprendió con esmero el arte culinario y sus postres se hicieron muy famosos.
“Además, sabía coser, bordar y planchar a la perfección. Si la bella y joven esposa de don Juan Vicente Bolívar, tenía que asistir a algún baile, era siempre su esclava favorita, quien la ayudaba en su tocado que siempre resultaba de exquisito gusto”, describe la historiadora.
El 24 de julio de 1783 se efectuó el cuarto alumbramiento de María de la Concepción y su hijo recibió por nombre Simón José Antonio de la Santísima Trinidad, quien más tarde sería llamado a ser el líder de la Independencia de los países Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela que eran colonias del Imperio Español, por lo que recibió el título histórico de Libertador.
En 1799, aún muy joven Bolívar, partió a Europa, donde se enamoró y contrajo matrimonio con María Teresa del Toro y Alaiza, en 1802.
La enseñanza de Matea fue la primera y le siguieron la de ilustres venezolanos como Simón Rodríguez y Andrés Bello.
“Cuando Matea supo que su amo se había casado y volvía a Caracas, suplicó a su ama, doña María Antonia Bolívar (hermana de Simón)… que le permitiera que fuera ella la criada de mano, la que sirviera en aquel joven matrimonio”, relata Antonia Esteller.
Simón se llevó a Matea de vuelta a San Mateo, pero poco tiempo después de su llegada, María Teresa, de 21 años, dos más que él, murió el 22 de enero de 1803, a consecuencia de lo que entonces se conocía como “fiebres malignas” (fiebre amarilla o paludismo).
Tras la muerte de su esposa, Bolívar volvió a Europa, donde se reencontró con su antiguo maestro Simón Rodríguez. Se dedicaron a la lectura de los clásicos y a ilustrarse en diversos campos del saber universal. Viajó luego por Italia en compañía de Rodríguez y el 15 de agosto de 1805, en el Monte Sacro de Roma, juró libertar a su patria del imperio español.
El Simón que se fue de Caracas en 1802 no fue el mismo que regresó en 1806, pues, además de administrar los negocios familiares unió esfuerzos a la causa revolucionaria por la Independencia.
Para 1814 ya la familia Bolívar era muy perseguida por los leales a la corona española y se trasladó nuevamente a la casa de San Mateo en Guárico, que tuvo como custodio al capitán Antonio Ricaurte, destacado actor en la guerra de la Independencia.
Durante un ataque realista a la hacienda de San Mateo, el capitán Ricaurte prendió fuego a la pólvora el 25 de marzo de 1814, con lo cual pereció él y aquéllos que se hallaban dentro del recinto, pero no lograron llegar a la llamada “casa alta” donde se encontraba la familia de Bolívar. Simón aprovechó el desorden momentáneo que se produjo entre los atacantes y lanzó un contraataque, con el cual reconquistó la casa, hoy museo histórico Antonio Ricaurte.
Este evento histórico fue presenciado por Matea y contado, a mediados de 1883, al periodista y dibujante colombiano Alberto Urdaneta, cuya nota fue publicada en El Papel Periódico Ilustrado de Bogotá. A continuación transcribimos el relato textual de la entrevista.
—¿Cómo se llama usted?
Matea Bolívar, del servicio de mi amo Bolívar.
—¿En dónde nació usted?
En el llano, en el pueblo de San José.
—¿De cuántos años vino a Caracas?
Como que eran cuatro años.
—¿A dónde vino?
A la casa de mis amos, en la plaza de San Jacinto, onde nació mi amo Bolívar.
—¿Cómo era la casa?
Era alta y se cayó con el terremoto.
—¿Quiénes vivían en la casa?
En la parte alta vivía mi amo Juan Vicente, y en la baja mi ama Concepción.
—¿En dónde nació Bolívar?
En la alcoba de la sala.
—¿Quién crió a Bolívar?
Lo crió Hipólita, y yo lo alzaba y jugaba con él.
—¿Usted estuvo en algún combate?
Estuve en la pelea de San Mateo con el niño Ricaurte.
—¿En dónde estaba usted en San Mateo?
En el trapiche; cuando los españoles bajaban el cerro, el niño Ricaurte mandó a salir la gente y fue a la cocina, le pidió un tizón a la niña Petrona y nos mandó salir por el solar.
—¿Usted vio qué hizo Ricaurte?
Subió al mirador onde estaba la polvorera.
—¿A dónde se fueron ustedes?
Cuando corríamos para el pueblo onde estaban peleando estalló el trapiche y a nosotros nos metieron en la iglesia.
—¿Qué dijo Bolívar?
Yo no oí conversar a mi amo porque nosotros no nos metíamos en las conversaciones de los blancos.
—¿Para qué dio fuego Ricaurte a la pólvora?
Pues para defenderse y defender a los demás.
—¿Y usted por qué es Bolívar?
Porque mi padre y mi madre fueron Bolívar, y yo tengo el apellido de mi amo.
Aunque Simón Bolívar decretó la libertad de los esclavos, en 1821, Matea continuó prestando servicios a su casa, pues más que sus “amos” los consideraba su familia.
Cuando se supo en Caracas la muerte del Libertador, acaecida en Santa Marta, Colombia, el 17 de diciembre de 1830, Matea compartió con la familia del héroe muerto la gran pena que los agobiaba.
Matea vivía, entonces, en la casa de María Antonia Bolívar Palacios, quien era casada con Pablo Clemente y Palacios. A la muerte de ésta, la negra vivió con la hija de María Antonia, Valentina Clemente de Camacho.
La sobrina y bisnieta de Bolívar, Antonia Esteller Camacho Clemente y Bolívar, cuenta en su biografía que Matea vio nacer, crecer y morir, a casi toda la descendencia de Bolívar. “Era una viejecita pequeña, delgada, de cabellos lanudos completamente blancos, de ojos pequeños, muy vivos y pícaros, que casi se habían vuelto azules a consecuencia de los años. Tenía la boca grande y los labios gruesos, los pies y las manos pequeños; vestía con traje de talle alto y mangas abombadas; usaba tres pañuelos: uno en la cabeza, otro sobre los hombros y el tercero haciendo de delantal, atado a la cintura. Se apoyaba en un bastón en forma de cayado que ella llamaba su macana (garrote) y con el cual nos sujetaba cuando veía que nos queríamos escapar de su cuarto”, la describió.
La gente en Caracas se asombraba de la longevidad de Matea, quien acompañó al, entonces Presidente de la República, Antonio Guzmán Blanco, cuando trasladaron los restos del Libertador al Panteón Nacional, el 28 de octubre de 1876. Matea tenía entonces 103 años.
“Cuando algún caballero venía a visitar la casa, Matea lo confundía siempre con algunos de los personajes de la Independencia, así es que no lo anunciaba sino con el nombre de Montilla o Sucre o cualquier otro general de tan alta talla”, escribió Antonia Esteller Camacho Clemente y Bolívar, quien asegura que la negra justificaba sus malas palabras diciendo que las había aprendido de José Tomás Boves (comandante del Ejército Real), cuando la batalla de San Mateo.
Matea murió a la edad de 112 años y seis meses, el 29 de marzo de 1886. Sus restos hoy reposan en la cripta de los Bolívar, en Caracas. De acuerdo con el relato de Antonia Esteller Camacho Clemente y Bolívar, sus últimas palabras fueron: “Me voy a onde está el niño Simón”, en tanto, que no apartó ni un solo momento la vista del retrato de Bolívar que tenía en su habitación.
Fuente: Panorama de Venezuela
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