Hoy con el mismo aprecio recibimos la noticia de que Héctor continúa con su fructífera labor de analista y escritor empedernido, a tal punto que acaba de presentar su más reciente producción bibliográfica bajo el título “La cocina del diablo”: El fraude de 2006 y los intelectuales, fruto de un intenso como prolongado y prolijo proceso de investigación sobre las implicaciones políticas y culturales a corto y largo plazo de la elección presidencial de 2006 en México.
Gracias a la iniciativa del propio Héctor compartimos hoy un artículo referido a esta publicación, escrito por Víctor Flores Olea, buena lectura:
Hacía mucho tiempo que no leía un libro de análisis político tan cuidadoso, tan bien escrito, en muchos aspectos tan apasionante, que encierra un largo trabajo de investigación, y una reflexión a fondo sobre las implicaciones políticas y culturales a corto y largo de la elección presidencial de 2006. Este estudio de Díaz-Polanco sobre el fraude electoral de entonces, lo lleva a penetrar en algunos aspectos claves de la política en México y a presentarlos como inevitable aspecto de nuestro semblante político, aunque no guste a muchos. En cambio para otros, que quisiéramos vernos sin disimulos, el libro de Díaz-Polanco resulta fascinante, incluso porque muestra ese pragmatismo sórdido de nuestro tiempo (y de nuestros políticos) que, con todo cinismo, canjean valores morales y culturales por dinero y prebendas.Fuente: Agencia Plurinacional de Comunicación
Un aspecto que contribuye a la calidad del libro es la de traer a juego y rescatar la presencia de ciertos “héroes” de las letras universales que iluminan lo dicho. Nada más faltaba que la sonrisa de telenovela de Peña Nieto fuera lo último que nos quedara en la elección de este año. Parece que vuelve Kafka (estuvo presente en el 2006, y estará en primera fila en el 2012) para presidir nuestro destino manifiesto en más de un aspecto.
Mencionemos en primer término, el carácter sacrosanto de la ley que los funcionarios e instituciones dicen respetar a toda costa y que, en verdad, en la historia del país, han convertido en sus contrarios: la justicia, la verdad, la elemental lógica, la voluntad popular, el destino de la nación…, son negados y traicionados y ante esto no hay recursos eficaces: ni siquiera el Tribunal (de la ley) porque este apenas le devuelve al ciudadano una “sonrisa obscena”. Además porque de las instituciones sólo podemos esperar “una cadena arrolladora y caótica de actos de corrupción” (nos dice el señor K, protagonista de El Proceso, de Kafka). Claro, parece que “hay la opción de no dirigirse al Tribunal en los mismos términos del desdichado K” –nos dice Díaz Polanco– y es a esto que apostó Andrés Manuel López Obrador en el 2006, con el resultado conocido.
De todos modos, El Proceso kafkiano “ilumina una contradicción (profunda) entre verdad-justicia y ley…”, es decir, para la maquinaria del tribunal (las instituciones) “la ley sólo significa un mecanismo que no se compromete con la sustancia de ninguna verdad, (es) una máscara vacía, una voz sin sujeto”. Slavoj Zizek sostiene que el rasgo distintivo de la ley “es que no hay ninguna verdad sobre la verdad (es), una mera apariencia, un semblante, la ley es necesaria sin ser verdadera”. Y más adelante, todavía “La necesidad de la ley y la verdad de la justicia se oponen o no se implican mutuamente”. Como es obvio, en esta intuición del carácter profundo de las instituciones y de la ley anida el núcleo posible del despotismo, los posibles tentáculos de la dictadura.
Bajo esta sombra ominosa en que se desarrolló el proceso electoral de 2006, Héctor Díaz-Polanco nos narra con detalle la guerra sucia y las operaciones ilegales del presidente en turno, Vicente Fox Quezada, operando en la sombra (no tanto) el desafuero de López Obrador, las acciones más que dudosas del IFE y del TEPJF. Un ejemplo, entre muchos otros: la comparecencia del presidente del IFE Juan Carlos Ugalde declarando triunfador a Felipe Calderón, y la comparecencia pregrabada, segundos después, de Vicente Fox, prácticamente con la misma declaración y en los mismos términos.
Naturalmente, durante las campañas electorales no se hizo esperar una tormenta de injurias e invectivas en contra de López Obrador, todo bajo la mirada distraída del IFE que no se atrevió a llamar la atención ni a organizaciones empresariales que se habían lanzado ilegalmente a la contienda, ni al presidente Fox que era el campeón de una de las arbitrariedades más espectaculares en la historia política de México.
Una de las secciones más interesantes del libro de Díaz-Polanco es, sin duda, el análisis de los “científicos” (de la UNAM, casi todos ellos) sobre los resultados de la elección, que para la mayoría estuvo preñada de manipulaciones perfectamente ilegales, inclusive la intromisión en los paquetes electorales en una dimensión imposible de precisar. Es decir, el escrutinio de la elección presidencial de 2006 estuvo también a la vista de especialistas-científicos de la UNAM, y sus resultados no son de ninguna manera favorables a las instituciones encargadas de la legalidad de la elección, como el IFE.
Uno de los resultados más interesantes de esta revisión de las conclusiones de los científicos-universitarios es el hecho de que, con mucha probabilidad, la transferencia de votos en favor de Felipe Calderón se hizo a costa de Roberto Madrazo (candidato del PRI), y no necesariamente de López Obrador. Y es que de Roberto Madrazo, en caso de que se hiciera transparente la maniobra, difícilmente podría esperarse una reclamación “fuerte” como hubiera sido el caso con López Obrador. Había también la posibilidad fácil de la negociación política con el PRI, para calmarlo.
La participación de Elba Esther Gordillo, según estos análisis, se concretó más a advertir sobre la dimensión de la necesaria transferencia cibernética, para el triunfo de Calderón, en vista de su nutrida red de informantes a través del territorio nacional.
Se trató pues, en conjunto, nos dice Díaz-Polanco, de un gran fraude que se hizo en parte “a la antigüita” y en parte con instrumentos de la más avanzada cibernética.
El autor culmina su libro recordándonos el carácter cínicamente oportunista de una serie de intelectuales que apoyaron públicamente, en los términos más baratos posibles, el triunfo de Felipe Calderón, en tanto que otros intelectuales y hombres de ciencia del país denunciaron valientemente el fraude y sostuvieron la necesidad de afinar la elección contando otra vez “voto por voto”.