VR (27-11-13).- Que EEUU no cambiará su postura colonialista hacia América Latina ni aunque desfilen decenas de administraciones por la Casa Blanca, ya no es un secreto. No importa que un día a un presidente se le ocurra expresar a viva voz que tratará a los países de la región como a iguales. O que un secretario de Estado proclame en lo alto de una tribuna que la doctrina de “América para los americanos” perdió total vigencia. Detrás siempre se vislumbrarán las intenciones de amoldar el continente según los intereses del inquilino de turno en el Despacho Oval.
Eso quedó demostrado una vez más la pasada semana, cuando el jefe de la diplomacia estadounidense, John Kerry, anunció el fin de la Doctrina Monroe. La consigna fue formulada por EEUU en el siglo XIX y justificaba hasta hoy su intervención en los asuntos de los países del área, con la excusa de resolver los conflictos y defender la estabilidad dentro del continente.
Pero a las afirmaciones del secretario de Estado le siguieron negaciones de sí misma, que evidenciaron las verdaderas intenciones del interlocutor. Kerry fijó un orden de “prioridades” para la región, tales como mejorar el sistema educativo, incrementar la “cooperación” en seguridad y sobre todo, propiciar un ambiente “favorable” para el desarrollo de la democracia, entendida como solo ellos la entienden. Ese fue el sello de su intervención, que solo tuvo como momento remarcable el reconocimiento implícito a la pérdida de influencia de EEUU en América Latina.
Es un sentimiento del cual, al parecer, se han contagiado los altos cargos en Washington. Pues días después, su antecesora a la cabeza del Departamento de Estado, Hillary Clinton, hablaba más claro al decir que si su país no logra actual de manera conjunta para solucionar sus problemas, el mundo se va a “desamericanizar”.
Pues en América Latina este proceso comenzó hace algunos años y se consolida día tras día. Su cenit ha sido la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que celebrará su segunda cumbre los primeros días del 2014 en La Habana.
Con el surgimiento de la CELAC en el 2011, los jefes de estado latinoamericanos proyectaron una voz concertada en la discusión de los grandes temas y en el posicionamiento de la región en reuniones internacionales de alcance global, tal y como versa en la declaración de la cumbre fundacional.
A tres años de aquel hito histórico, América Latina demuestra que ha comenzado a escribir su destino con letra propia y eso es algo que Washington todavía no sabe cómo digerir. A la CELAC le opone EEUU la Alianza del Pacífico. La creación de este eje no responde a la voluntad de sus pueblos, sino al empeño de la comunidad oligarca minoritaria.
Diferentes mandatarios, democráticamente electos en el continente, han denunciado a EEUU por mover los hilos detrás de esta alianza, integrada por Colombia, Chile, Perú y México. El presidente de Bolivia, Evo Morales, ha alertado que Washington pretende de esta manera conspirar también contra América del Sur y entorpecer el desarrollo y crecimiento de los diferentes foros regionales.
“EEUU está dividiendo a Unasur. Los países que conforman la Alianza del Pacifico son parte de una conspiración que viene del norte para dividir y que Latinoamérica no avance hacia la liberación política y económica definitiva”.
En ese sentido, Morales advirtió que Washington “se ha entregado a la tarea de desbaratar las acciones de conjunto de Unasur” y para ello utiliza como instrumento a la Alianza del Pacífico.
Morales recordó que la administración estadounidense se siente “ofendida” desde que la región rechazara el Consenso de Washington −el Acuerdo para el Libre Comercio de las Américas− y los tratados de libre comercio, en lo que respecta a los países de otra agrupación integracionista: la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).
En tanto, el presidente de Ecuador, Rafael Correa ha afirmado que la Alianza del Pacífico “no concibe la integración en el sentido de una gran sociedad de ciudadanos de la región, sino como la creación de un gran mercado y sus consumidores”.
Cuando América Latina decidió reimpulsar la integración de sus países, la Doctrina Monroe quedó pulverizada automáticamente. A pesar de tentativas de golpes de Estado en varios de los países con gobiernos de izquierda, como Venezuela, Bolivia y Ecuador, EEUU tienen que asumir la existencia de mecanismos regionales que maduran inevitablemente y que dirimen cómo resolver sus cuestiones sin necesidad de tutores externos.
Los diálogos de paz sostenidos en La Habana para solucionar el conflicto entre el gobierno colombiano y las FARC, así como las masivas muestras de solidaridad al presidente boliviano tras ser víctima de faltas diplomáticas de algunas naciones europeas, demuestran que el discurso de Kerry llegó tarde.
Fuente: La Voz de Rusia
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