Pieb (19-05-14).- El Arca del Gusto es como un “arca de Noé” a la que ingresan los alimentos, animales o vegetales, con una alta necesidad de preservación frente a las amenazas del avance de la modernidad. En esa nómina privilegiada está ahora el colorido maíz andino, propio de la región del lago Titicaca, que se produce específicamente para el autoconsumo de los pequeños campesinos de la zona.
“Si vemos nuestros mercados, todos consumimos humintas, choclos, y todo proviene de Cochabamba y de los valles calientes. El maíz andino no tiene mercado, es básicamente el maíz amarillo que lo conservan en seco y que nadie compra, se volvió un producto netamente de autoconsumo de los campesinos”, explica María Julia Jiménez, coordinadora en Bolivia del movimiento Slow Food y facilitadora con organizaciones de productores. La migración hacia las ciudades también tiene su impacto en el cultivo del producto pues se pierde paulatinamente la posibilidad de su conservación; mientras que las familias que no migran comienzan a verse presionados cada vez más por el mercado y reservan hasta los últimos metros de terreno para cultivos más comerciales, como el haba por ejemplo.
Sin embargo de esos problemas, para Jiménez nada representa una mayor amenaza que la ampliación del cultivo intensivo del llamado maíz cubano, en los llanos orientales, que se destina al alimento balanceado para los animales de granja. El problema radica en que la necesidad de mayor rendimiento podría llevar a los grandes productores a incorporar semillas transgénicas y a inundar el mercado con maíz para los animales.
En ese contexto es un logro haber introducido al maíz andino en una nómina de alimentos a proteger, junto a otro producto del territorio boliviano, como la nuez amazónica, que había sido incorporada años antes. El movimiento mundial Slow Food promueve la protección de producciones en pequeña escala que pertenecen a las culturas, historia y tradiciones del planeta, incorporando a esos productos en una nómina de patrimonio extraordinario de frutas, vegetales, alimento animal, quesos, panes, dulces y carnes curadas.
La incorporación del maíz andino al Arca del Gusto tuvo que pasar por un proceso de validación de su, por así decirlo, postulación. María Julia Jiménez explica que las investigaciones actuales y de la historia arqueológica del maíz de altura justificaron la inclusión del producto. La campaña sobre el maíz andino comenzó en realidad desde 2012, dentro de la Alianza para el Consumo Responsable, lo que fue una motivación para impulsar más estudios al respecto.
El maíz andino se cultiva principalmente en las islas del lago Titicaca, y la arqueología ha registrado su consumo ancestral asociado a los rituales y como un elemento “mediador de las relaciones entre los pueblos”, más precisamente con los señoríos aymaras cuando los incas ingresaron a imponer su dominio. Actualmente se puede ver el cultivo del maíz andino combinado con otras plantaciones nativas porque sirve específicamente para el consumo familiar y en menor medida para el trueque.
La incorporación en el Arca del Gusto se constituye principalmente en un respaldo moral y ético para continuar con la defensa del maíz andino, en este caso, y llegar a las autoridades gubernamentales y departamentales para exigirles actuar en consecuencia. Jiménez dio la noticia en el marco del Primer Taller Nacional “Consumo Responsable y Solidario” realizado esta semana por la Alianza para el Consumo Responsable y Solidario.
Fuente: PIEB
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