Ops (21-03-14).- Las enfermedades transmitidas por vectores son aquellas enfermedades infecciosas propagadas por algunos organismos, como por ejemplo insectos y caracoles, que transportan virus, parásitos y bacterias a humanos. Estas enfermedades representan una alta carga de morbilidad y mortalidad para las personas, sus familias y las comunidades, especialmente en los países más pobres, causando ausentismo escolar, empeoramiento de la pobreza, un impacto negativo en la productividad económica, y altos costos y sobrecargas de los sistemas de salud de los países. Las enfermedades transmitidas por vectores impactan significantemente en la Región de las Américas de entre estas enfermedades, las que causan mayor impacto en la región de las Américas son la malaria, el dengue, la enfermedad de Chagas, la leishmaniasis, la filariasis linfática, la esquistosomiasis y la ceguera por tracoma. Las enfermedades transmitidas por vectores son es el tema central del Día Mundial de la Salud 2014 que se celebra cada 7 de abril.
En las Américas, cerca de 106 millones de personas en 21 países viven en áreas en riesgo de padecer malaria o paludismo transmitido por la picadura del mosquito Anopheles en sus diversas especies, y casi toda la población de la Región, 35 países en total, a excepción de Canadá y Chile continental, convive con el mosquito Aedes aegypti capaz de transmitir los virus del dengue, Chikungunya y fiebre amarilla.
La mosca Lutzomyia en sus diferentes especies es el principal vector para la transmisión de la leishmaniasis. Así también, la filariasis linfática se transmite a través de los moquitos del género Culex, mientras que especies de triatominos (chinches o vichuncas) tales como R. prolixus y T. dimidiata son los responsables principales de la transmisión de la enfermedad de Chagas. De forma similar, los caracoles del género Biomphalaria son el principal huésped intermediario de la esquistosomiasis.
Se estima que cerca de 13 millones de personas están en riesgo de sufrir una infección por filariasis linfática (elefantiasis) en las Américas, además de entre el 2001 al 2011 alrededor de 700.000 casos de leishmaniasis fueron reportados y 1,6 millones de personas requieren tratamiento para la esquistosomiasis, principalmente en Brasil y Venezuela. La enfermedad de Chagas infecta a miles de personas anualmente ocasionando unos 28.000 casos nuevos por año y en el 2010 se estimó que un total de 6 millones de personas padecían está enfermedad.
El dengue es un ejemplo de enfermedad transmitida por vector de gran relevancia negativa en términos de salud pública e impacto económico. Hasta los años 70, las epidemias de dengue se reportaban sólo en 9 países, la mayoría del Sudeste de Asia. En la segunda mitad de los años 70, los registros de epidemias de dengue comenzaron a incrementarse en América del Sur, América del Norte y en el Caribe. Durante las últimas décadas, América Latina se ha convertido en la región con las cifras anuales reportadas más altas en el mundo.
El Aedes aegypti es capaz de transmitir los 4 diferentes serotipos del virus (DENGV ‐ 1 , 2 , 3 y 4), y se encuentra plenamente adaptado a las condiciones urbanas. Se pueden dar casos de reinfecciones con los diferentes serotipos y dependiendo de la secuencia del virus involucrado, la frecuencia y las condiciones al momento de la reinfección, el dengue puede presentarse con síntomas hemorrágicos graves que de no ser tratados adecuadamente, pueden llevar a la muerte. No existe aún una vacuna disponible para combatir el virus, y por consiguiente las acciones de prevención de la enfermedad están más enfocadas en el control del vector (químico, manejo ambiental, protección individual).
El ciclo de vida de los vectores, así como la cadena de transmisión de la enfermedad está estrechamente relacionado con la dinámica ambiental de los ecosistemas donde habitan, y así mismo las limitaciones de su desarrollo las definen las variables ambientales tales como la temperatura, la precipitación, la humedad y el uso del suelo entre otros. La variabilidad climática ha demostrado una influencia directa sobre la biología y ecología de los vectores, y por consiguiente un impacto en el riesgo de la transmisión de estas enfermedades.
En la actualidad, el cambio climático plantea una preocupación por la posible expansión de la incidencia de estas enfermedades. El efecto del cambio climático se observa en los eventos extremos, que están introduciendo una fuerte fluctuación en los ciclos climáticos. Por ejemplo, el aumento de los patrones de lluvia tiene el potencial de incrementar el número (y condiciones ideales) de los criaderos donde se llevan a cabo la reproducción de los vectores como los mosquitos, las garrapatas y los caracoles. Las temperaturas extremas pueden retardar o acelerar el desarrollo y la sobrevivencia de los insectos‐vectores, así como el período de incubación de algunos patógenos.
El clima por sí solo no puede explicar toda la historia natural de las enfermedades transmitidas por vectores, pero es un componente importante en la distribución temporal y espacial de los vectores de enfermedades, ya sea limitando su propagación o influyendo en la dinámica de su transmisión.
Los fenómenos de migración, el aumento del tráfico aéreo y terrestre y la expansión periurbana descontrolada han facilitado también, la reproducción y expansión de algunos de estos vectores y la propagación de las enfermedades. Características como la densidad de la población y la capacidad de adaptación del vector al entorno habitado se correlacionan con la distribución y la frecuencia de las infecciones. En las grandes ciudades, especialmente en donde existen infraestructuras urbanas pobres (vivienda inadecuada, depósitos de agua sin protección, falta de saneamiento etc.), el uso irregular del espacio permite la creación de hábitats favorables para los vectores y su consecuente propagación.
Vale la pena también mencionar además que algunos países han documentado e informado sobre enfermos que no responden adecuadamente a los tratamientos para curar estas enfermedades, así como de vectores resistentes a los insecticidas, lo que anticipa serios desafíos en la lucha por el control y eliminación de estas enfermedades.
En vista de los graves riesgos y daños a la salud que representan los vectores transmisores de estas enfermedades, y reconociendo la limitada existencia de medicamentos eficaces y vacunas para el tratamiento de algunas de ellas, la prevención de la infección y el control de los vectores se convierten en un componente esencial para reducir la carga de las enfermedades de transmisión vectorial.
El control integrado de vectores puede disminuir el riesgo de la transmisión de las enfermedades, ya que, sin el contacto entre el huésped (ser humano) y el vector, estas enfermedades no pueden propagarse. El control integrado de vectores propone optimizar y racionalizar el uso de recursos y herramientas a través del fortalecimiento de las capacidades de los países incluyendo la vigilancia, el seguimiento de los casos y la evaluación de las acciones, así como la educación y la promoción de la salud en las comunidades, y el trabajo en conjunto con socios y aliados. El control integrado de vectores busca además, el control o eliminación de los vectores haciendo un uso racional de los insecticidas, la utilización de instrumentos legales (reglamentos y ley) y la combinación de éstos, con métodos menos agresivos para el medioambiente y la salud de los trabajadores en la agricultura y comunidades en las zonas de transmisión.
Para garantizar la sostenibilidad de estas acciones se debe impactar también en los determinantes de la salud asociados a la persistencia de éstas enfermedades como son la mejora del acceso a agua segura, los servicios de recolección de basura o desechos, el saneamiento básico, la educación, la higiene y la vivienda adecuada de entre otros.
Finalmente, el papel de las personas y las comunidades es igualmente, un componente esencial para las acciones de prevención de la infección que incluyen acciones de protección individual como el uso de ropas que sirvan de barrera en la exposición a la picadura, la utilización de mecanismos para impedir el acceso de los vectores en las viviendas (uso de mallas protectoras en puertas, ventanas y aleros) y las acciones para reducir criaderos cerca de las casas o en las comunidades (tapado de recipientes en los que se almacena agua, eliminación de charcos y drenajes de los lugares en los que acumula el agua, eliminación de recipientes inservibles donde se poza el agua y el control de la basura en los patios y jardines
Fuente: OPS/OMS
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