LP (25-03-14).- Este jueves se celebrará el centenario del nacimiento del gran pintor y muralista Miguel Alandia Pantoja, el máximo exponente boliviano de este arte. Nació en un centro minero, el de Catavi, en una época en la que la minería era la principal actividad productiva del país y donde la Patiño Mines y otras empresas aplicaban mano dura sobre las actividades laborales. Tenía apenas ocho años, cuando en Uncía, centro urbano muy próximo a Catavi -actualmente, la distancia que separa ambas localidades se cubre en menos de 10 minutos en vehículo- se produjo la primera de las matanzas de mineros. Una decena de los trabajadores, que exigían el derecho a sindicalizarse, cayó ante las balas.
Tras ser desmovilizado por haber combatido y caído prisionero en la Guerra del Chaco, ofreció en 1936 su primera exposición en La Paz. Tenía 22 años, cuando comenzó la carrera que lo llevaría a alcanzar la dimensión, que llevó su arte allende nuestras fronteras, pero Alandia Pantoja no sólo se limitó a pintar cuadros y, posteriormente, murales. Fue un hombre de izquierda, que tuvo una decidida militancia política, por lo que debió salir al exilio en dos oportunidades. La primera en el llamado "sexenio", el periodo que transcurrió entre 1946 y 1952.
Uno de sus murales más famosos -Huelga y masacre-, que estaba en la sede de la Central Obrera Boliviana, fue salvado de la demolición de este edificio en 1980.
El Monumento a la Reforma, que se encuentra en la plaza Villarroel y el hall del edificio de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos contienen el legado de este prolífico artista, que en 1970 fue delegado de la Unión de Artistas Revolucionarios ante la Asamblea del Pueblo, por lo que debió abandonar nuevamente el país, cuando Hugo Banzer tomó el poder. Murió enfermo en un hospital de Lima, a donde había huido para ponerse a salvo de la acción represiva del régimen.
Lo que no pudo protegerse de la acción represiva fueron los murales que pintó en el Palacio de Gobierno, pues los dictadores ordenaron que sean destruidos y se perdieron preciosas piezas del arte contemporáneo boliviano.
Alandia Pantoja fue uno de los bolivianos que llevó su arte y su presencia fuera de nuestras fronteras. Mantuvo una buena relación con el famoso muralista mexicano Diego Rivera y obtuvo menciones y distinciones en el exterior.
Un merecido homenaje a su memoria y al trabajo desarrollado por este militante, cuyas ideas pueden ser discutidas o discutibles, pero su legado ya forma parte de la historia boliviana, se realizará cuando sus restos sean trasladados del Cementerio General al Monumento a la Reforma de la plaza Villarroel, pero su obra debe ser conocida por las nuevas generaciones.
Sólo los pueblos que conocen su historia pueden proyectarse con firmeza hacia el futuro. Alandia Pantoja tiene para sí un capítulo de la historia nacional por su capacidad de denunciar injusticias, aunque sus acciones puedan ser objeto de debate.
Fuente: La Prensa
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